Nos costó bastante acostumbrarnos: nos tomó tiempo aprender a besarnos, a abrazarnos, a dormir juntos sin que mis huesos la hirieran y sin que sus muslos me cortaran la circulación. Dicen que
dormir
Dormíamos, pues. Al menos ella. La luz del baño encendida y yo con insomnio. Repasaba entonces su figura. El bello sobre sus caderas era como las colinas ardiendo. Como las que vi una vez en el Turquino, recortadas contra la noche. La belleza natural, en toda su expresión, puede ser insignificante. Una cadera que recuerda un monte, un brazo desmayado que relumbra sobre los senos escondidos, un escalofrío inconsciente cuando la acaricias. Demasiado tiempo se ha debatido sobre el arte y la naturaleza: ¿Qué es sublime, inconmensurable? ¿Qué más amplio que el cielo estrellado sobre nosotros? No hay belleza que supere a la de la mujer que amas.
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es el acto preferido del amor. No sabría decir. Pero a juzgar por mi experiencia, el amor sería entonces un acto premeditado (¿de quién, en todo caso?).
Nada parecido a esa espontaneidad barata y acuosa que nos dan a beber en la TV. A ella
la inventé antes de conocerla, y luego la desconocí mientras la imaginaba. Era una mujer-modelo escondida detrás de capas de abstracción y fantasía. Era mi propia Mia Wallace, mi propia Uma Thurman, mi propia estrella porno. Ella es una mujer de mi imaginación, mi propio destino inventado. Nunca estaba de cuerpo entero frente a mí, siquiera cuando bailaba Dream On desnuda
y yo seguía sus caderas mientras recitaba "dream until your dreams come true"... no he vuelto a escuchar la canción: no creo que lo haga nunca. Pero los sueños rara vez se hacen realidad. Al menos, a mí no me pasa nunca. No hay nada de espontáneo en esto. Sino años de imaginería, de recreación de un mundo que me desagrada y desconozco. Un mundo atroz, donde la vida se transforma en el mar de los naufragios.