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El Rapero.
texto: Kevin Beovides Casas Cuando doblé la esquina me vi cercado. No sé de dónde
salieron los cuatro asaltantes, pero debieron seguirme, pues la trampa
se cerró de manera muy estudiada para ser casual. Cuando me percaté del
peligro, ya estaba encerrado en un anillo y no había nada que hacer. - Vamo' a ver, blanquito. Dame el dinero. - ¡Oye qué...! - Dos bofetones me sentaron de nalgas. - Mira lo que te digo, puta. -Dijo el mulato alzándome del
suelo con facilidad- O me das el dinero o te mato aquí mismo. -
Nuestras caras quedaron a la distancia de un beso, y así de cerca lo
reconocí sin problemas. - ¿Tú no eres el cantante de Explosión Divina? El mulato me soltó y dio un paso atrás asombrado. - ¿Y tú oyes hip-hop, blanquito? - Sí, me encanta. Y tu grupo es uno de los mejores en la
escena cubana. - Dije muy inspirado. - Tienen un ritmo muy original y
las letras están muy trabajadas. Su presentación es muy fuerte,
vigorosa. Es como el título: una explosión. Además, todo el ambiente,
la forma de hablarle al público, la vestimenta, los movimientos,
recrean de maravilla... - Así seguí un buen rato. El miedo me había
vuelto muy elocuente. Los cuatro asaltantes me miraban desconcertados. Uno de
ellos interrumpió mi parrafada: - Ahora sí hay que matarlo. Puede reconocernos y echarnos
pa'lante con la fiana. - Pero no podemos matar a un fan. -Dijo el mulato. - Eso sería
falta de ética. Además, no tenemos tantos como para estar
eliminándolos. - Yo no voy a decir nada, se los juro. -defendí. - Tú te estás calladito desde ahora mismo, blanquito. - ¿Y dónde quedó eso de : Fue como si les hubieran dado cuerda. Los cuatro asaltantes
empezaron a cantar y moverse al ritmo de las frases. Era una
coreografía muy practicada. Se cruzaban y se agachaban y se paraban de
nuevo y seguían rapeando. Ponían caras de tipos duros. Una de las manos
se cerraba sobre el micrófono imaginario y la otra cortaba el aire.
Cuando acabaron su presentación en directo, el mulato dijo: - ¡Ay! Hermano. - Poniéndome un brazo sobre los hombros. ¡Vete
tranquilo, que tú eres de los míos. Aquí nadie te va a hacer nada y
donde quiera que te vea... - Oye, esto era un asalto, ecobio. -Dijo el otro y me detuvo
cuando trataba de evadirme. - ¿Te gusta esta gorra? -De nuevo me sentía inspirado- Es
Adidas. Vale, por lo bajito, veinte dólares. Te la regalo. - y se la
encasqueté al revés, como dicta la moda. Mi nuevo amigo se la quitó y
la examinó con cuidado. - Ya no te vas con las manos vacías. -dijo el líder. - Ese es tremendo pullover. ¿Qué marca es? ¿Preguntó uno de
los coristas. -
Coge. -y me lo quité- Te lo regalo. Todos sonrieron de inmediato y me palmearon la espalda
afectuosamente. - ¿Y para mí que hay, jefe? -dijo imitando el animado el
cuarto asaltante. Hubo una carcajada general. Me hablaba a mí, no al
mulato; pero demostrando magnanimidad, el líder no se enojó. - ¿Qué te parecen los zapatos? Reebok. Todos reíamos. Aquellos chicos tenían muy buen sentido del
humor. La noche parecía aclararse con los rostros, y las dentaduras
brillaban límpidas como la esperanza. Después le entregué al líder del
grupo mi billetera. él la vacío de su contenido y (muy
consideradamente) me la devolvió con los carnets y las fotos de mi
novia. Nos despedimos como buenos amigos. Al menos, eso creo. Historias Relacionadas:
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